Días de la selectividad

Posted on Wed 04 June 2025 in Blog

Otro año más, llegan las fechas de las pruebas de acceso a la universidad, todavía conocidas popularmente como selectividad.

Para mucha gente, la selectividad fue su primer encuentro con el lado más tedioso y obsesivo de la vida adulta. Conozco a muchos que se quedaron pillados en aquella experiencia; gente que sigue recordando, décadas después, la nota que obtuvo.

A mí esto se me antoja tan raro como recordar exactamente con qué monedas pagué una compra de hace 20 años. Olvidé mi nota unos tres segundos después de comprobar que me había servido para entrar en la facultad que quería. Al fin y al cabo, es para lo que sirve.

El éxito como castigo

Estos días proliferan también los artículos y noticias sobre el tema. Hay uno al que siempre me acerco con precaución, con la certeza de que me va a dejar con mal cuerpo: la tradicional entrevista a los estudiantes con las mejores notas del año.

Hay una historia que se repite a menudo: "yo quería estudiar X, pero cómo he sacado muy buena nota, ahora tengo que estudiar medicina". Me deja sin palabras. Una buena nota como desgracia. Además como desgracia de las de verdad, de las que te acompañan toda la vida.

También hay otras historias tristes por motivos más sutiles, como aquellas en las que se adivinan malos consejos familiares. Bienintencionados, seguro, pero tan errados que dan ganas de gritar. "Me gustaría ser investigadora científica. Voy a estudiar ingeniería de caminos" (no sé ni qué decir). "No me interesa mucho la arquitectura, pero mi abuelo fue aparejador (en los sesenta) y le fue muy bien." (declaraciones de un estudiante en 2009, con la burbuja del ladrillo ya visiblemente explotada). "Yo quisiera estudiar física, pero la única salida es ser profesor de secundaria" (esta la he oído mil veces, y tengo una enorme curiosidad por saber de dónde sale. ¿Ha sido esto verdad alguna vez en la historia reciente?).

Casi todas las historias de los estudiantes de éxito tienen un tono parecido. A menudo incluso resulta difícil distinguir unas de otras, al menos de memoria. Dicho esto, hay una que nunca olvidaré: aquella entrevista a un chaval cuyo sueño era tocar el clarinete y, contra el consejo de su familia, "desperdició" su nota entrando a una escuela de música. La leí hacia 2010. Algo me dice que, a día de hoy, seguro que le va mejor que a muchos.

Me tomaría una cerveza con él sin dudarlo.